Hola amigos, muy buenas.

Supongo que uno de los compromisos que uno adquiere cuando se apunta a Sables y se tira meses hablando del tema en blogs, foros y demás cibergaritos es tratar de redactar a su regreso una crónica más o menos coherente. No os hagais muchas ilusiones. Han pasado ya casi dos semanas, ando de cabeza con trabajo, Presidencia de la Falla (gracias de nuevo por la confianza, amigos de J.J. Dómine-Port), directiva de Correcaminos (más gracias), crisis, subcrisis, precrisis, postcrisis, Denia, familia, comidas, cenas y demás rutinas varias y, la verdad, no encuentro el momento de escribir algo mínimamente presentable.

Pero vaya, cuatro cositas, cuatro tonterías según salgan, supongo que sí habrá que contar. Las cuatro ideas que todavía pululen con fuerza por ahí arriba. Veamos que sale:

 Por delante, en corto y por derecho y para que no haya dudas. Entérate de qué día se abren las inscripciones y no lo dudes. Apúntate. Será una de las mejores cosas que hagas en tu vida. Déjate de rollos, de complejos, de prejuicios, de chorradas y hazlo. Disfrutarás como un enano, infinitamente más de lo que tu imaginación te permita creer ahora. Olvida cualquier idea sobre capacidad, entrenamientos necesarios, dureza, etc., estereotipos absurdos sin mayor fundamento, e inscribete. Es una aventura única, una experiencia vital indescriptible, un conjunto de emociones, sensaciones, placeres y sentimientos a flor de piel de una intensidad como jamás habrás conocido. Y ni que decir tiene que está a tu alcance, como al de cualquiera que quiera vivirla. La duda, sencillamente, ofende.

 Que no lo ves claro, que prefieres seguir pensando que es muy dura, que hay que machacarse a entrenar, que es para cuatro privilegiados, que hay que ser poco menos que un superdotado, pues nada, chico, chica, tu mismo, tu misma, a seguir en la monotonía, en la ciudad, en la rutina, total, es sólo cuestión de unos años, luego todos calvos.

 Dicho lo cual, trataremos de ser un poco menos apasionados y buscar algún recuerdillo que contar de manera más o menos objetiva. Veamos, de nuevo:

 Los meses previos: Siempre digo que las carreras, cuanto más largas, más se fundamentan en tres pilares básicos, a saber, a) confianza en uno mismo, determinación, decisión, «cabeza» en el sentido de cabeza «caliente», ese puntito de cabezonería, b) entrenamiento moderado, normalmente suelo establecer como suficiente para terminar dignamente, sin más pretensiones, entre un 30 y un 40% de lo que haya entrenado (sobreentrenado, en la mayoría de casos) la media de los que están en la salida y, c) no hacer tonterías el día de la prueba, no cagarla, con perdón, mucho análisis, mucho pensar en carrera, mucha decisión correcta, «cabeza fría», para entendernos. En este ocasión  a) y c) me han llevado a meta, sobre el punto b) casi que mejor corremos un tupido velo.

Los días previos: Volamos jueves, Madrid, Casablanca, Ourzuazate. El viernes se suponía que nos llevaban al campamento para el domingo empezar la carrera pero, como ya sabreis, las lluvias torrenciales e inundaciones complicaron un poco las cosas. La organización (¡¡¡chapeau!!! una y mil veces me quito el sombrero) nos realojó sobre la marcha, como pudo,  en Erfoud, un pueblito lindo, en el oasis de Tafilanet al que antes o después habrá que volver con la family. Hubo que reorganizarlo todo y  suspender la primera etapa. Para algunos supuso nervios, incertidumbres, angustias. Yo, que en el fondo iba a lo que iba (vivencias, relaciones humanas, aventura, camiseta de finisher para lucir por el río, medallita de finisher para la vitrina y poco más), feliz y contento. Por mi como si querían suspender alguna más. En el pueblito ese se estaba de lujo, paseos, barbería, masajes, magias callejeras, magias en el hotel, magias varias, compras, cervezas (muchas), buenas cenas esponsorizadas por Charcutería Manglano y demás buenos ratos me compensaban, con creces, de las cancelaciones de etapas que viniesen. Ah, y la compañía de un nanete, de unos trece años, al que pronto todos bautizaron como «El Secretario de Pepo». Un crío que doce días después sigo sin poder quitarme de la cabeza. Como detalle baste indicar que el último día, el de la etapa maratón, se cogió la bici, ya imaginareis que no una Cervelo último modelo, y se cascó 30km. por el desierto, más otros tantos de vuelta a su casa, sólo para ponerse a dos kilómetros de meta a esperarme, verme pasar y darme ánimos. El día que, sin conocerme de nada,  alguien me sonría así en nuestro supuesto «mundo civilizado» fliparé. Entre tanto seguiré soñando, cada vez que cierre los ojos, con una mirada limpia, dulce, agradecida,  como pocas veces he conocido. ¿Que no estás preparado para Sables, dices? Tú mismo, tranquilo, tú mismo, no te agobies.

Os cuento un poco la carrera, por llamarle de algún modo, sólo para entendernos: La salida con el ambientazo de las grandísimas ocasiones, emoción a flor de piel, tensión, nervios, adrenalina, helicóptero, siempre el helicóptero, amigos, miraditas, miradas, abrazos, empujones, puñetazos con energías, palmadas, la sensación de que algo grandioso está empezando. Al fondo, a tres kilómetros, las dunas de Merzouga, majestuosas, doradas, impresionantes, como un decorado de película, se alzan brillantes, impolutas, eternas, sobre la desértica inmensidad, como una barrera entre un cielo azul soñado y el oscuro y meláncólico pedregal. Hacia ellas nos dirigimos, como si al llegar allí fuese a descubrise ante nosotros un pasadizo secreto de las mil y una noches, un sésamo deportivo, algo que nos evite darnos de bruces con su inmensidad. En seguida que llegas te das cuenta de que no es para tanto. En cuanto te quieres dar cuenta estás dentro, en un inmenso mar de dunas que suben y bajan, en una inmensidad ocre, cobriza, de un color irreal, indescriptible, de una belleza extrema, el sitio más bonito que he conocide en mi vida, flipas de estar allí, qué son siete kilómetros, ocho, diez, por mi como si me quieren tener aquí de por vida. Es un belleza salvaje, tan impresionante que su contemplación produce casi dolor físico, no puede ser real, es acojonante. Ni que decir tiene que eres feliz. Al rato descubres el «dunning». O sea, el salirte de la fila, de la interminable procesionaria de las arenas, de la aborregada hilera y perderte a tu aire, buscando arenas vírgenes, sitios no pisados por nadie. Vas dos o trescientos metros alejado del resto, en la misma dirección, sí, pero a tu bola. Quizá haces algunos metros de más, puede que en algún sitio no tengas «la escalerita» que han formado las pisadas de los de delante, pero amigo, la sensación de libertad, la plenitud de mirar a un lado y sentirte el dueño del desierto, el jefe de las dunas, el rey del mundo, no ver a nadie, saber que eres libre, sentirte poderoso, ver al fondo el reflejo del sol, recordar las novelas de tu niñez, estar tú, allí, ahora, protagonizando lo que tantas veces soñaste, joder, quién quiere escaleritas en esos momentos.  No soy quien para dar consejos, claro que no, pero si vas, que irás, a Sables, acuerdate de Pepo en las dunas y salte de la fila. «Dunning» forverer.

El segundo día, como el anterior, precioso. Yo nuevo, entero, ni una molestia, ni un problema ni medio, sobrado. De hecho a falta de 500m. para la llegada (km.35) me regalo media horita extra de dunning por mi cuenta, por el placer de perderme de nuevo. En esos momentos tengo clarísimo como empezará mi crónica, si es que llego a escribirla, «MDS, una mariconada…».

 Los siguientes días, sin embargo, me pondrán en mi sitio. Me recordarán que cuando todo el mundo dice que «Sables no es Bambi», por algo será, me harán sufrir algún ratito, me harán valorar mucho más la medallita.

El tercer día es la etapa larga, 91km. He decidido hacerla en dos días, el primero haremos 64, el segundo los 27 restantes. Hasta el voy 40 más o menos bien. Con viento fuerte de cara, Sur, todo el tiempo, buff hasta las cejas, cara tapada, arena por todas partes, pedregales interminables, pero todo bien. Haciendo el jueguecito del pañuelo a cada niño que sale al camino (de mi clasificación final podeis quitar no menos de una hora u hora y media empleada en magias varias, si es que eso os interesa). Del 40 al PC del 50 me cuesta un mundo, de hecho la batalla mental conmigo mismo es de época, dudo si pararme a descansar en el 50 o seguir, me cuesta horrrores, tengo que emplear mis mejores trucos de campaña, mis mejores recursos mentales, dialécticos, pero por fin, tras regalarme la mejor cena posible, tirando mano de todo lo bueno que quedaba en mi mochila -magret de pato, patatitas parisienne, quesos, turrones variados- cuando a las 22:00h. supero la tentación de quedarme, que hubiese supuesto, seguro, el fin, y continúo hacia el planificado km. 64 sé que Sables es mía. La lucha ha valido la pena. Salgo crecido. Los 14km. me cuestan cuatro horas y media, dunning nocturno a traición, Jebel-de-su-puta-madre, más dunas, el frontal que no alumbra un mierda, reventaito voy, pero sé que Sables es mía.

En el 64 duermo de 2:30 a 6:00 al raso, bajo las estrellas, yo solito, fuera del CheckPoint. Me meto en mi saco, por techo las estrellas, allí la Osa Mayor, su carro, allá la Polar, Mar me enseñó a buscarla, qué será de ella, ¡cuánto la quiero!, dónde está Casiopea, joder, no la encuentro, poco a poco me quedo dormido. Feliz, inmensamente feliz.

Pesadilla de que las zapatillas, con el viento se han volado, uff., menos mal que solo ha sido un mal sueño, las meto en la mochila y sigo durmiendo. Mañana será otro día.

Me levanto, quedan 27km. Los pies, a estas alturas, van ya hechos un Cristo. El cansancio acumulado se deja sentir. Pero vamos adelante, haciendo camino, que de eso se trata. Pensamientos positivos. Calor del de verdad, calor en serio, sin bromas. Pasamos un pequeño oasis. Tras él un inmenso lago seco. Nadie en kilómetros a la redonda, nadie por delante, nadie a los lados, nadie detrás. Calor, todo el del mundo. La boquita seca, hasta los mismísimos ya de sales, barritas, geles y demás basurilla. Repaso mentalmente, hemos visto oasis, dunas, pedregales, olido las más  intensas plantas aromáticas, nos hemos cruzado camellos, dromedarios, tuaregs, hemos dormido en jaimas, ¿qué nos falta para una visión completa del desierto? Hombre, un espejismo, de esos de los de los TBO´s de pequeños no vendría mal. Calor sí parece hacer el suficiente. Yo todavía no voy tan mal, no estoy delirando, pero vaya, nunca se sabe. Miraré con atención. Miro, me concentro, nada. En esas, de repente, oigo que me aplauden. Claramente, sin dúda, no es una imaginación, alguien me está aplaudiendo. Pero, joder, no puede ser, no hay nadie en kilómetros a la redonda, desde luego no delante, ni a los lados. Detrás tampoco. Además, si aguien viniese, que no puede ser, no se iba a poner a aplaudir. ¿Me estaré volviendo majara? ¿Existen los espejismos acústicos? Ahí os lo dejo, otro día contaré el final.

 Por fin, tras 27h. llego al Vivac. Como cada vez que llego, siempre el último, claro, los amigos se deshacen en felicitaciones, aplausos (estos de verdad) atenciones y demás. Un lujo. Gracias a todos.

Milagrosamente recupero mejor de lo esperado. Hasta tal punto que al día siguiente, en la salida de la última etapa, 42km., maratón, meto los bastones en la mochila. Es, como si dijéramos, una declaración de intenciones, vamos a correr un rato. Así lo hago, salgo corriendo y hasta el CP1, km. 12, alterno andar y correr, llego en 1h.50´, a pijo sacao. Como aquel que dice ni paro, cojo el agua y arreo. Del CP1 al CP2 me da la pájara de mi vida. Llego frito, con un golpe de calor de los de época. Sin fuerzas, no ya para andar, correr, moverme o seguir, no sin fuerzas para nada, ardiendo, completamente pasado de vueltas. No me entra ni agua ni comida, estoy al límite. Me acuerdo de Mar. Me ha recomendado mil veces «cabeza», en el sentido de cabeza fría. Es su momento. Con ayuda de Nestor Bohigues, compañero del alma, amigo, gran tipo, que renuncia a seguir y se queda conmigo, para asistirme hasta que claramente ve que estoy mejor y le obligo a marchar, me meto en una haima. Postura del cadaver de yoga (se llama así, sí, ya sé, yo también pensé lo mismo, que tendría coña palmarla en esa posición), respiración yoguica, inspirando aire «fresquito», sacando todo el calor con la respiración, poco a poco noto que me estabilizo. Me regalo una hora de siesta, en paz, en calma, estoy a 22km. de la meta, pero en lo que menos pienso ahora es en eso, necesito recuperarme, no por la medallita, no por la camiseta, no, por Mar que me pidió cabeza, por los niños, por mi mismo. Al cabo de una hora me incorporo y como todo el turrón que me queda, me sienta de lujo. Bien. Seguiremos, eso sí, con cabeza. Hasta el siguiente CP, km. 28, voy tranquilo, recitándome poesías, cantando, repitiéndome mantras «Finisher, finisher, finisher», disfrutando de la sensación de ir viendo la cosa cada vez más clara. En el CP3 echo media horita más de siesta, ahora por puro placer, por gusto, por amarrar la medallita. Como he salido tan rápido, de tiempo voy más que sobrado. Cuando llegan los camelleros/escoba al control salgo yo, relajado, a encontrarme con el atardecer soñado, con los ocho o diez kilómetros más relajados de todo Sables, despacito, saboreando la puesta de sol, sintiendo que Mar está ahí al lado, cantandole canciones de amor, cada quince minutos una distinta, feliz, inmensamente feliz.

Al hacerse de noche, a falta de tres kilómetros, me pierdo un poco, las pilas nuevas no van, el frontal es una mierda, voy sin luz, en fin, nada importante, un poquito de adrenalina para compensar tanta ñoñez, cosas que pasan en Sables, ya dijimos que no era Bambi. Como puedo subo arriba de la última montaña y diviso, a lo lejos, el campamento, la meta, el final, la gloria. Bajo por un sitio que supongo que de día, con luz, no me atrevería y, poco a poco, muy poco a poco, voy dejando que las luces se me acerquen.

 Las sensaciones son muy similares a las de la alfombra de meta del IM, por una parte estás loco por llegar, por otra no quieres que se termine nunca, son momentos que desearías eternos. Qué coño, no es que tú los desearías, es que son eternos. ¿O, acaso, a alguno se nos van a olvidar mientras vivamos? Pedazo de alfombra, de arena, de dos kilómetros, media horita de alfombra. ¿Alguien da más?

Recojo los bastones, meto el ventral en la mochila, recompongo la figura, me siento el tío más importante sobre la faz de la tierra (ya os he dicho que sé que no es verdad, pero una cosa es serlo y otra no darte el capricho de, en ese momento, creertelo, que eso es gratis y no haces daño a nadie) y, satisfecho, relajado, a gusto, con una plenitud de espíritu dificil de transmitir, cruzo la meta y me cuelgan mi medallita soñada.

Los de Elche y sus mujeres, los de Pinto, los compañeros de Haima, un montón de amigos, me esperan, preocupados. Entre pájaras, siestas, poesías, relajación, pérdidas y demás, la etapa se ha ido por encima de las once horas y allí, hasta que llegue Pepo, la gente no se va a cenar. La ovación es de gala. Luego me cuentan que Jorge Aubeso (¿Hace falta que te cuente quién es Jorge en Sables, en el ultrafondo español, en las carreras de montaña, leyenda viva, historia del deporte de élite?) ha salido tres veces en una bici prestada a buscarme, que los kroketas (grandes tipos) e Ismael (primer llegado a meta en la etapa larga) han salido a por mi en contradirección. Gracias, amigos. 

 Mira, amable lector, si «solidaridad», «altruismo»,»compañerismo», «amistad», «compartir» son para ti algo más que palabras vacias, no seas burro, apuntate a MDS. Disfrutarás como ni te imaginas. Si, por el contrario, «solidaridad», «altruismo», «compañerismo», «amistad», «compartir», no te dicen nada, haz la Marathon des Sables. Puede que sea tu última oportunidad de cambiar tu vida.

 Agradecidos saludos.