Hola, amigos, muy buenas.

La semana pasada, la del 30.11 al 06.12, de nuevo siete salidas a correr, bien que en seis días (el miércoles no pude, el viernes hice doblete, para compensar). Todo aparentemente bien, las analíticas mucho mejor, el peso bajando (89,5 el sábado, antes del lío de Tamariz), pero con una agenda absolutamente agotadora, no cené en casa ni un solo día, comer solo comí dos o tres y, claro, así cuesta mucho.

El sábado las neuronas dijeron basta. Habíamos organizado un seminario de teoría mágica en «de Tinto y Oro» a cargo de un genio, del mejor, de Juan Tamariz, amigo, extraordinario mago, mejor persona. Me ocupé de preparar una cena que intenté estuviese a la altura de la ocasión. Y, claro, todo el día comprando, cocinando, organizando, nervios, tensión, finalmente, tras dos semanas y media portándome bien, sucumbí de lleno a las tentaciones. No pasa nada, me hacía falta, me vino bien. Punto. Las doce horas con Juan, de seis de la tarde a seis de la mañana, de las mejores en mucho tiempo. Cuando en ese sitio que tanto quiero, donde se dan cita varias de mis pasiones, tauromaquia, gastronomía, aparece la MAGIA de verdad, el arco iris, el caballito alado y volvemos a sentirnos libres de tensiones y cansancios, los problemas quedaron en la calle y todo vuelve a ser posible solo con imaginarlo, chico, qué más dan cuatro gintonics más o menos. ¿O quizá sí? Es lo mismo, ahora ya está, a lo hecho, pecho. Eso sí, hasta el 24 ni una gota.

Os dejo una foto de Juan explicando como el mago se enfrenta al toro de la razón, de la lógica, lo lidia, lo banderillea, lo pasa de muleta y, finalmente, lo mata de una estocada. Muerta la razón a base de pistas falsas, preguntas obnubilantes, paréntesis de olvido, coberturas y demás, el espectador vuelve a ser un ser libre para creer, sentir, volar. Dios, cuánta belleza en unos conceptos tan claros. GRACIAS, MAESTRO.

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Ilusionados saludos.