Hola amigos, muy buenas.

Llevaba diez años posponiendo su lectura. Así de idiota puedo llegar a ser. La semana pasada la lei de un tirón. Entiendo, por fin, porqué mi amigo Edwards firma, cuando le apetece, las convocatorias de la Joven Peña Despacito con el seduónimo «Florentino Ariza». Él no es premio Nobel, ni falta que le hace, su apasionado reencuentro con el amor de su vida no lo llevará nadie al cine, su historia es, cómo os diría, más anónima, pero no por ello tiene nada que envidiar a la que creó Gabo. Requena no es Cartagena de Indias, ni falta que le hace tampoco a Requena. Él también estuvo dispuesto, por su particular Fermina Daza, a esperar toda la vida. Y, además, a diferencia del Ariza de ficción, mi amigo ni es medio pederasta, ni ha contribuido a que ninguna pelandusca aparezca degollada por celos del marido, ni ha compartido penas y alegrías con las putas de medio Caribe. Y, por último, en lugar de acabar medio majareta en un viejo barco rio arriba, rio abajo, con el capitán matándose a pajas (con perdón) demostró bastante mejor gusto encerrándose en un romántico hotel en Xativa hasta decir basta.

Pues eso, Ariza, que no sabes cómo te entiendo. El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra.

Más cosas: He disfrutado de día y medio fantástico en Sevilla, con todo el despacho, empleadas y colaboradores. Organicé la cena de Navidad en «Rio Grande» el domingo, luego copas en la «Taberna Marinera de Triana», más copas en «Lo Nuestro» y fin de fiesta en un after-hours de dudosa reputación. No sin antes reirnos como críos, felices, admirando la penúltima representación de Jesucristo Superstar sobre el puente de Triana, a las cuatro de la mañana, a cargo de otro ilustre cófrade de Despacito, mi amigo Josepepe. Resacoso paseo en bicis con guía local ayer por la mañana, visita de la Catedral y otra vez al lío, venga tapas, venga bares, venga barras hasta las siete de la tarde, en que con unos cafés irlandeses en Avda. Constitución y los penúltimos gintonics en el paseo de Colón nos fuimos para el aeropuerto, reventaitos pero contentos. Hacía tiempo que no me bailaba unas sevillanas con Mar tan a gusto como las del domingo por la noche, veintisiete años después de la primera vez que, al compás, nos empezábamos a buscar el uno al otro.

¿Qué cuánto tiempo pasaría yo con Mar en la ciudad de nuestros mejores recuerdos de juventud? ….

Apasionados saludos.

P.C.: Lo del capitán no está confirmado, son sólo sospechas mías.