Hola amigos, muy buenas.

Ya sé que no suena muy creible, pero es la verdad. Durmiendo en mi cama, tan tranquilo, soñando con los angelitos, o vaya Vd. a saber con qué, me hice el otro día una contractura en el gemelo derecho. El jueves me acosté bien y el viernes me levante cojo. Con un fuerte dolor que me molestaba incluso al caminar. O sea que ni San Antón, ni Santa Pola, ni entrenos ni ná de ná. Tres días más de descanso que, junto con los tres anteriores, de lunes a miercoles, dejan la semana deportiva reducida al triste entreno del jueves (veinte minutos, veinte, de trotecillo cutre por el río + masaje). Eso es todo.

 Como no hay mal que por bien no venga, gracias a la lesioncilla los tres días de  viaje con Mar, sin obligaciones carreriles, han sido preciosos. El viernes ya lo empezamos bien, comiendo en Albacete en un garito al que hacía tiempo que le tenía ganas, «El Callejón de los Gatos». Si no te gustan los toros no vayas. Si te gusta la Fiesta y, además, comer bien, no lo dudes. Es un museo, una preciosidad de sitio, completamente lleno de fotos, carteles, cuadros, recuerdos, hasta un vestido del pobre Yiyo tienen expuesto. Ya digo, un museo. Pero es que, además, se come de p.madre. Ensalada templada de cigalas (sigo flipando con la calidad del marisco en Albacete), unas croquetitas de morcilla sobre una espectacular crema de azafrán manchego de escándalo y luego unas judias con perdiz. El queso de oveja para ir adrede en peregrinación, si hiciese falta. Hasta la prueba del café irlandés la pasó con nota alta. Che, muy pero que muy recomendable el Callejón. De beber, Quercus 2004, un gran tempranillo castellano manchego.

A Jaén llegamos a tiempo de saludar a los amigos, darles ánimo para la carrera y esperarles en meta cuidando sus mochilas. Cañas y más cañas y cena de tapeo sin más historia en la gratísima compañía de Josep1 y Maria José, Rafa Indeciso y los Dalton, el peligrosísimo trío formado por Garbancito y hermanos. Un par de gintonics en un irlandes, un pis y a la cama.

El día grande, pero grande de verdad, cum laude, fue el de ayer sábado. Nos levantamos en Jaén, con el gemelo todavía cabreado, Santa Pola, por tanto, descartada y sin otros planes. Sobre la marcha, pensat y fet, surgió la idea de darle el enésimo repaso a la GranHada eterna, la de nuestras nostalgias de juventud, la de nuestros sueños de siempre. Espectacular medio día soleado, con esa luz del Albaicín, esas vistas, ¡qué paseo, señor, qué paseo! Tapeo de lujo en «Los Caracoles» y «El Ladrillo», con remate final de carajillos y piononos en «Los pasteles». De ahí al hotel a echar una reparadora siesta.

A las ocho y media en punto estábamos entrando en el gran descubrimiento del viaje: «La Tana». ¿O debería decir «LA TANA»? Una taberna impresionante, con trescientos vinos en carta, más de tres mil botellas en una bodega impecable, preciosa, servicio excelente, tapas de lujo, una pasada de sitio. Si te gusta el vino, en GranHada «La Tana» es el sitio. Tiene un reservado muy chulo, una especie de sala de catas que quedó oportunamente reservada para la merienda/cena del domingo 17 de  mayo, de regreso de Ronda. Nos bebimos una de Reserva 2004 de Pago de Carraovejas, gloriosa. De ahí, ya puestecitos, a cenar al Sacromonte, al Rest. Juanillo. Con la mejor vista de la Alhambra, la más pura. Más limpia que cualquiera de las del Albaicín, desde Juanillo solo se ve Alhambra y Sacro Monte, nada moderno, nada feo, nada que moleste a la vista. Por no verse no se ve ni siquiera el p.palacio de Carlos V. Y con Juanillo sentado a nuestra mesa, contando anécdotas de flamencos antiguos y modernos, leyenda viva, filosofía pura de un modo de vivir la vida que se pierde, que no volverá. La historia tomando Ballantine´s contigo, Gloria Bendita. Dejamos ya reservada mesa para la noche del Miercoles Santo, para cenar y esperar al paso del Cristo de los Gitanos, probablemente la procesión de Semana Santa más bonita del mundo, con permiso de su Madre, Nuestra Señora de la Esperanza Macarena. Desde la terraza de Juanillo se le ve llegar desde lejos, se va acercando y a eso de las dos de la mañana, entre saetas de los Carmona, el Cristo pasa a menos de un metro de la terraza en que tú estás. Sí, joder, ya tengo ganas de que llegue abril.

La noche siguió en la cueva de Pepe Luís Carmona, «Habichuelita», primo de los Ketama, yerno de Juanillo, golfo, devoto del maestro Manzanares, con quien ha compartido algunas juergas, un tipo con el que se congenia rápidamente. Anda el hombre montando una Peña Flamenca, para darle a su cueva un uso más privado, solo para veinte o treinta socios, con la intención de organizar dos o tres recitales al mes, a puerta cerrada. El primero parece que podría ser del Cigala, solo para los socios, chico, me cogió en el día tonto y me apunté. Cuando pueda iré, cuando no ya mandaré a mi hermano Nacho en representación familiar. Total, ¡será por asociaciones!

De lo de Pepe Luis a «La Bulería», la cueva de Antonio, otro gran tipo.  Impresionante guitarrista, supuesto hijo no reconocido del Habichuela (curiosamente sí ha reconocido como «nieto artístico» al hijo de Antonio, otro que toca mal …) Cante, toque, cante, baile, cante, fiesta y whisky para aburrir. A las cuatro de la mañana, felices y contentos nos dejó el taxi en el hotel mientras seguíamos tarareando por Pasión Vega «Cómo te extraño» esa joya dedicada a Camarón.

Prometo portarme bien, entrenar y cuidarme en estas próximas semanas.

 Ilusionados saludos.