Hola amigos, muy buenas.

Vamos a ver si soy capaz de resumir un poco lo que pasó en el Congreso el sábado y domingo. Siquiera sea porque esta especie de crónicas queden medio completas.

El sábado lo comencé muy deteriorado. Me uní al grupo de acompañantes en la Plaza de la Virgen y, como primera medida, me las llevé a todas a «Enópata Arzobispo» a beber unas botellitas de André Clouet rosé. Una simple copa champagne a las diez de la mañana del día después de la noche de antes provoca el conocido «efecto acumulado».  Que, básicamente, se resume en que tu cerebro manda inmediatamente órdenes al higado y resto de órganos que todavía estaban en plena labor de metabolizar y eliminar el alcohol que quedaba en tu organismo para que paren. Viene a ser algo así como «quietos, quietos, no elimineis nada, que al chaval le vale para hoy».  Entiédase lo de «chaval» como una mera licencia literaria, claro. A partir de esa copita ya vuelves a ir todo el día con un puntito que no te quiero contar. En el Mercado Central compramos el aperitivo, lo tomamos en dos barcas en la Albufera, comimos en el Palmar y nos reimos como hacía años que yo no me reía. Más de media hora en el autobús, como si fuesen monólogos del Club de la Comedia, Teresa, la guía, hablando en serio y yo de cachondeo, la gente revolcada de risa, tirada por el suelo, sin poder parar. Un escándalo. Al final me pedían las señoras que las visitas del Congreso de 2010,  en Coruña, las hiciese yo. Y lo gracioso es que no lo decían de coña.

Por la tarde, la gala de Jorge Blass. «Ilusiones en Concierto». No soy capaz de describirla. No puedo contarla, ni quiero. No lo merece, sería injusto. No podría, por mucho que lo intente, transmitir mínimamente las intensas emociones que viví. Salí del teatro llorando a lágrima viva. Emocionado. Y como yo, mucha gente. Fué histórica, única, irrepetible. La cosa más bonita que he visto en mi vida encima de un escenario (y llevo 43 años sin hacer otra cosa, como aquel que dice, que viajar y ver espectáculos de todo tipo). Destacar, de entre Amos Levkovitch, Carles Castillo, Gaetan Bloom, Jean Pierre Blanchard, Luis Manuel, Nestor Hato, Yunke o la Seda Jazz Orquesta de Latino, a unos por encima de otros sería injusto. Fue, toda ella, de principio a fin, sublime.

 Del Principal nos fuimos al Hemisferic, en la Ciudad de las Artes y las Ciencias, a la cena de gala. Muy original actuación de Fernando Arribas, la magia de la palabra. Con un servidor como maestro de ceremonias. Y magias y copas hasta las mil en el Umbracle.

 Del domingo destacar la gala del sueño, digo de premiados, en el Principal, a las doce. Actuaban los ganadores de los concursos -de estos me quedo con la elegancia de Galeano- y unos cuantos magos profesionales. Recuerdo especialmente al coreano Ha Lim An, grandioso manipulador y al malabarista/showman/mago/genio y figura Charlie Frye. Y a Alan, claro, el presentador. Tras currar un rato desmontando la feria en el Ateneo me premié volviendo al teatro a las siete a volver a ver la gala de Blass, la de Ilusiones en Concierto, que se repetía, esta vez con el caracter de solidario-benéfica. Ni que decir tiene que volví a salir llorando.

 Cuatro días de ensueño. Gracias a todos los amigos del C.I.V.A.C. por permitirme compartirlos tan inténsamente.

 P.C.: Del resto, en serio, a partir del lunes. Mañana me voy de puente a una casa rural (Mas de Montserrat, Mogente). Cinco matrimonios, diecisiete niños. ¿Para qué vamos a engañarnos, a estas alturas? Como digo, el lunes, el lunes empieza todo de nuevo.