Hola amigos, muy buenas.

Os dejo un resumen gastronómico de unos días por Madrid, con Mar y los nanos. Con la excusa de ver el domingo el musical de Nacho Cano (“En tu fiesta me colé”) y de asistir ayer al programa de Pablo Motos, Jandro y compañía (“El Hormiguero”) nos hemos tirado tres días fuera de casa. Esto es, más o menos, lo que han dado de si:

Restaurante Hegar, en la Plaza Mayor. Podía haber sido peor. Nos sentamos por disfrutar un rato de la vista de la plaza, del ambiente, del solecito primaveral del domingo. Y, para mi sorpresa, comimos medio dignamente sin que se nos terminase de poner cara de japoneses. Correctillo, sin más. Eso sí, a cuarenta y tantos leuros por barba sin vino ni copas.

Restaurante Alborán, en Chamberí, C/Ponzano, 39-41. Buena barra, Jamón Gran Reserva de “Blázquez”, bien cortado, como mandan los cánones. Los Blázquez son varios hermanos, ¿cinco?, cada uno de ellos se ocupa de una parte del proceso. Toda la producción la venden ya al tiempo de la matanza, tal es la demanda que tienen. Croquetitas cojonudas, y un adobo muy rico. Pero, sobre todo, de la picadita en la barra lo mejor la tempura de verduras, perfecta. Pasamos al salón, decoración clásica, marinera, motivos navales, ruedas de timón, barcos, latones, bronces, dos acuarios grandes, mucha luz natural. Buena gamba blanca de Huelva, impresionante rodaballo salvaje, a la parrilla. Con lo fácil que parece la parrilla y en cuanto te descuidas te cargas, por exceso, cualquier pescado. No es el caso de Paco J., cocinero, maratoniano, garabitas, amigo. Un buen Alvariño, Granbazan Ambar y un excelente servicio dirigido por Alfredo, hoy maitre, antaño matador de toros, valenciano, completaron una comida de lujo. Al parecer la especialidad de la casa, además de pescados, son los arroces. Lo que pasa es que mi religión no me permite pedirlos cuando salgo de la Comunidad. De precios, y tal, ni idea. Ya os digo, Paco J., el cocinero, es amigo. Mucha suerte en la maratón de Roma, campeón.

En el Café Gijón, además de los 120 años de historia, de mitos, de leyendas, de esto y lo otro, de lo de que si el tiempo no es sino eso que hay entre nuestros recuerdos, de que si éste genio o aquella tertulia, que todo eso está muy bien, además, digo, siguen haciendo un café irlandés casi perfecto, rico en contrastes. Con la nata batida en cantidad justa, muy fría, muy blanca, el café muy caliente, muy negro, no dulzón (¿porqué esa puta manía de tantos sitios de cargarse el irlandés a base de azucar y más azucar?) , cargadito de buen whisky, que de eso se trata, el que no quiera whisky que se pida otra cosa, bien servido, che, como debe ser. Volveremos, D.m., tras el próximo Mapoma.

Taberna Laredo. C/ Menorca, 14. Con Manolo, el Lobo, y Ángeles. Como siempre, un placer. Ya conocía la barra, de anteriores visitas. Ayer cenamos en el salón. Mirad, cuando entras a un garito y en la mesa de al lado está cenando Santi Santamaría, siete estrellas Michelín entre sus tres locales, la probabilidad de que te hayas equivocado es prácticamente nula. Pues eso, triunfo grande, de orejas y rabo. Un local de los de pasar cada vez que uno ponga los pies en Madrid, aunque solo sea a saludar a Miguel, el sumiller, y tomar un vinito rápido. Salmorejo, con virutas de ibérico, de locura. Revuelto de setas. Unos tacos de atún rojo, muy poco hecho, sólo plancha y sal maldom. Atún de ese que se supone que ya no queda, de los de antes de su casi extinción, de los que se pescaban en Denia cuando en Denia se pescaban. Uff, lo recuerdo y me emociono. Chuletitas de lechal, postres caseros, qué leche frita, señor, qué leche frita…Mención aparte la bodega, de las mejores de Madrid. Luis Roderer de aperitivo, muy bien para acompañar el puntito ácido del salmorejo. Y luego un “Mas de Can Blau 2004”, gran descubrimiento. D.O. Montsant, cerquita del Priorat. Mazuelo, Shiraz y Garnacha prácticamente a partes iguales. Equilibradísimo. Riquísimo en matices, en olores, en sabores. Un vino redondo, con 15% de graduación y ni una molestia, ni una nota alcohólica, ni un problema ni medio. Al revés, densidad, mucho cuerpo, mucho poderío, pero, a la vez, fácil de beber, con la fruta ahí, siempre cerca al tomarlo, persistente en el postgusto. Un pedazo de vino, de quitarse el sombrero. Un poquito más de champagne con los postres y un armagnac remataron la faena. Se habló de toros, de toreros, de herraderos, de capeas, de Manzanares, de Ponce, de lo divino y lo humano. El Lobo, maratoniano, amigo, Tomasista de pro, que ha tumbado todos los novillos que ha matado en esta vida de un único estocononazo hasta la bola, y no es coña, no me dejó comprobar como llevan Miguel y su hermano, los dueños del Laredo, la relación calidad precio. Gracias, Manolo, ya te recogeré por Valencia, ya.

Casa Lucio. Cava Baja, 35. Llevaba tiempo queriendo conocer Lucio. Cuando no era por pitos era por flautas, nunca coincidíamos. Hoy, por fin, ha podido ser. No me ha defraudado, eso sí, hay que saber a lo que vas, no es un sitio de mariconeces, ni de puturru de fua, no, es un clásico, muy castizo, muy en la línea que imaginaba. Al final es la vieja fórmula, la de siempre, que sigue siendo infalible: Buscar el mejor producto y limitarse a no cargárselo uno, no maltratarlo. Eso, y “el típico servicio de toda la vida”. Que no es poco, claro, en los tiempos que corren. Nos dan una mesa junto a una acuarela de A. Sanchis Cortés, preciosa. Compartimos al centro de la mesa los huevos estrellados, esos son poco menos que obligados. Y alguna cosita más (Jamón del de los hermanos esos, los Blázquez again y unas angulas a la bilbaína, por eso de que el viaje se está terminando y a la noche volvemos a la cruda realidad). Luego yo me tomo un steak tartare de los mejores en mucho tiempo. Mar las chuletitas de lechal y los nanos comparten un entrecot de la casa, cortado a tiras, en su punto. Todas las carnes muy bien tratadas. Un poquito de queso, postres caseros a compartir, pacharan Baines oro. De no haber sido por las angulas y el Protos Gran Reserva 99 no hubiésemos salido a más de treinta y pocos por barba.

Me doy cuenta, según escribo, que los tres garitos, Alborán, Laredo y Lucio coinciden en lo esencial, producto, producto y producto, servicio, servicio y servicio. ¿Me estaré volviendo un carca? Miedo me da.

Ilusionados saludos.

P.S.: Por cierto, los entrenos siguen bien, aunque leyendo esta entrada pueda parecer otra cosa, todo va bien, todo se ha cumplido al 100%. El jueves pasado series, el viernes la bici del domingo, impresionante, muy fuerte + judo, el sábado cuestas y bici, cansadillo. Ayer lunes, en el gimnasio del hotel 60´aeróbicos (cinta de correr + elíptica + bici) y luego 1.000m. de natación en la piscina de Villa Rosa. Hoy, como los futbolistas, baño y masaje. Mientras la familia se ponía las botas en el desayuno buffet, yo me he entretenido una horita y media en el spa del hotel, circuito termal y masaje. Mañana más.