Gran noche de poesía, champagne, risas, amigos y gastronomía de la buena recordando a uno de los grandes. Donde quiera que esté seguro que ayer Luis Monterde, el inolvidable “Profesor Ludovico”, fue inmensamente feliz viéndonos ensanchar la vida en torno a una mesa, como él hubiese deseado.

Obviamente, las corbatas amarillas son solo, única y exclusivamente en su recuerdo, de hecho alguna acabará con el tiempo en el Museo de la Magia, en Peñíscola. Nada que ver con los cuatro chuflas que van por ahí reivindicando no sé qué tonterías.

CARPE DIEM.