Ayer me escapé con Mar y su padre a ver circo del bueno, Raluy Legacy, un museo, patrimonio inmaterial no sé si de la humanidad, pero sí mío, nuestro, de esa gente que aún se ilusiona, cree, disfruta y sueña. Me tiré las dos horas del show imaginando que cuando acabase me ofrecería a Don Luis Raluy para irme con él, con ellos, integrado en la compañía, a ser arte itinerante, efímero, eterno. No lo hice, claro, pero que no se fíe nadie, que hasta el 28 tengo tiempo.

Ilusionados saludos.