USHUAIA-PUERTO WILLIAMS.

Hola, amigos, muy buenas.

Es 28 de diciembre, Casimiro, el ruso, el único tripulante que falta, llega a eso de las 15:00, hora oficial, pero entre trámites en prefectura, unas cosas y otras, hasta las 18:00, hora oficial, no salimos de Ushuaia, rumbo a Puerto Williams.

Navegamos con poco viento. Ya os dije que equipo de viento no llevamos, pero, a ojo de buen cubero, no más de 10 nudos. Genova (Genoa, le llaman por allí), mayor y mesana. Al poco rato de salir Atilio me cede la caña. Eso será una constante durante todo el viaje, cada día él salía a la caña y a los cinco minutos me la pasaba a mi. Luego yo gobernaba un buen rato y se la pasaba a Carlitos. Y a partir de ahí ya un poco según venían las cosas. Pero vaya, los demás la cogían un ratillo, más por compromiso a veces que otra cosa, y al rato ya se cansaban. Yo diría que del tiempo total navegado no habré estado timoneando menos de un 50%. Que he disfrutado como un gorrino en una charca, a estas alturas, ya no creo que haga falta decirlo.

Rumbo Este, por el Canal de Beagle. Hasta destino unas 25 millas por delante. Pronto cae el viento, lo que nos obliga a meter motor y si bien dejamos arriba mayor y mesana, por si vuelve a subir, al rato arriamos la de popa y seguimos solo con mayor arriba.

El primer gran momento de la singladura nos espera muy cerca de Ushuaia. El famoso faro de Les Éclaireurs («Los Iluminadores», en francés).

La foto es del último día de viaje, no del primero, pero vaya, el faro es ese. Y ya que estamos, permitidme copiar y pegar de la wikipedia: «…un faro emplazado en el islote NE del conjunto de islotes Les Éclaireurs en el canal Beagle, frente a las costas de la bahía de Ushuaia, en Tierra del Fuego, Argentina. El faro consiste en una torre ligeramente troncocónica de ladrillo, de 11 metros de altura y 3 metros de diámetro, pintada en tres franjas: roja, blanca y roja. La linterna se halla a 22,5 metros sobre el nivel del mar y emite luz de color blanco y rojo a intervalos de 5 segundos. Tiene un alcance óptico de 7,2 millas náuticas y es alimentada por paneles solares.
El conjunto de islotes que dan nombre al faro fueron bautizados por el Capitán de Fragata Luis Fernando Martial, al mando de la expedición francesa La Romanche en los años 1882-1883.1
El faro fue librado al servicio el 23 de diciembre de 1920 y en la actualidad se encuentra en funcionamiento, de forma automática, controlado a distancia y cerrado al público.
Algunas agencias de turismo de Ushuaia promocionan las excursiones a este faro bajo el nombre de Faro del Fin del Mundo, aunque la novela homónima, escrita por Julio Verne, fue inspirada en el Faro San Juan de Salvamento, enclavado en la isla de los Estados»
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Venga, nos robaremos una foto más de las del último día, que no se diga:

La tarde es fría, gris. Llueve, chispea, no es una lluvia molesta, pero la sensación es de mucho frío. Confiando en el solecito de la mañana no me he abrigado del todo bien. Una única malla térmica debajo del traje de agua es insuficiente. Bueno, tomo nota, no volverá a pasar. Decía que la tarde es gris. Todos los tonos del gris se confunden, rematados siempre por las nevadas cumbres. Todos los colores del gris bajo un cielo de plomo. Frío. Pero, curiosamente, sensación de belleza extrema. Es algo así como «lo contrario» del Caribe (o de Illetes, en Formentera, si no queremos irnos tan lejos) pero, no es menos impresionante. Una foto por la popa. No es muy buena, pero trata de reflejar el frío, la humedad, la lluvia, los grises, todo esto que os vengo contando:

Alrededor de las 22:00h. llegamos a nuestro destino, Puerto Williams, Chile.

Un sitio lleno, llenísimo de militares chilenos, de puestos de control, de barcos de guerra, de cañoncitos apuntando al otro lado del Canal, con una especie de supositorios gigantescos que se ve que los ponen en el cañon y meten mucho miedo. La parte civil, chufa. Una plaza fea y sin más novedad, con comercios destartalados y un supermercado que a la mañana siguiente nos permitió reforzar un poco la bodega de a bordo, visto el extraordinario rendimiento de algunos esa noche. El entorno es lindo, Beagle delante y las montañas detrás, nevadas, majestuosas, pero el pueblito, en si mismo, no tiene el menor interés. Una carreterita, por llamarle de algún modo, en realidad un camino cutre, hasta Navarinos, frente a Ushuaia, es su única conexión por tierra con el resto del mundo. Pues eso, un sitio lleno de militares del que como te descuides un poco no puedes salir. En mis notas en la libreta escribí, antes de salir de allí, «P.W.: una especie de carcel en si misma».

Y, sin embargo, amigos, si alguna vez me pierdo, si alguna vez desaparezco sin dejar rastro, voy a ser el prófugo más fácil de pillar. Especialmente si la desaparición fuese en la modalidad «con barco», no lo dudéis, estoy de camino a Puerto Williams. Antes o después apareceré por allí. La culpa, del MICALVI. Un sitio mágico al que deseaba con toda mi alma ir alguna vez y al que tan solo un par de semanas más tarde ya tengo mono de volver.

Micalvi es el nombre de un viejo dragaminas, varado en una ensenadita, que, comunicado con tierra firme por un puentecito de madera, ES el club náutico. El grandullón no está en el puertecito, no, él ES el puerto. Los barcos que van llegando simplemente se van abarloando a él.

El Micalvi tiene dentro unos servicios públicos, sencillos pero suficientes, con duchas. Y tiene una cantina, un garito, un bar, del que estoy enamoradito perdido. Bien sabe dios que conocer esa cantina era, de verdad, en el fondo, mi principal motivación para este viaje. Podrá sonar raro, pero si me hubiesen dado a elegir entre unos tragos en el Micalvi y el Cabo de Hornos, lo hubiese tenido claro. Bueno, considerando que, en el fondo, no dejamos de estar en una Taberna, tampoco veo tan rara la elección.

Decía que llegamos a las 22:00, más o menos, dejando todos los papeleos para el día siguiente. Cenamos a bordo del KSAR. Llueve bastante. Son las 12 de la noche. Fuera hace un frío de la leche. El resto de la banda deciden quedarse calentitos en el barco, acostarse. En el fondo, a Williams hemos de volver, ya iremos al bar el último día, y tal y tal.

Yo no. No puedo. Es superior a mi. He hecho no sé cuantos miles de kilómetros para conocer ese sitio, del que me separan sólo cuatro barcos. Cojo plata, el móvil, por si se tercia escribir algo en LTP, un puro, un frontal chiquitín, de Peltz, con lucecita roja, para no molestar a la vuelta y me voy a disfrutar de la noche chilena.

Esta es la parte de abajo:

Mirad a ver si os gusta algún gallardete:

Con vuestro permiso, me voy a permitir copiar y pegar lo que escribí esa noche, en vivo y en directo: «Que llevo dos pisquitos aquí en Micalvi, y la conclusión es que sí pero no. Les falta la clara de huevo agitada con cariño en coctelera. Los de ayer serán difíciles de igualar. Ah, y estoy sentado delante del gallardete de LTP. El que trajo Julio. Foto ya le he hecho. Ahora luego veré si me dejan un rotulador o similar y lo firmo. El local precioso, todo lleno de banderas, recuerdos, estandartes, gallardetes. Una pasada. Dos pisos tiene, al de arriba subiré con la próxima copa, a cotillear un poco. De momento estoy bajo junto a un árbol de Navidad espantoso». (…) «Pero con el segundo whisky, sí, entre tanto nos hemos pasado a lo seguro, he subido al piso de arriba. Y si no lo cuento en directo, reviento. Es todo lo contrario , el contrapunto, en términos musicales. Elegante. El viejo puente del barco, todo forrado en madera, reciclado en una sala de la cantina. Con una vista espectacular de la proa del dragaminas, de la entrada del puerto, de Beagle, del mundo entero, creo que sí uno mira bien, desde este puente se ve el mundo entero. Una mesa de cartas preciosa, con la carta del Canal, el chisme ese, como se llame, de dar avante/atrás y una rueda de timón tan bonita que se podría hacer un encarguito a Max, el bailarín mundano.

Che, si cuando yo decía que este garito no podía ser malo….

Por cierto, Mar, que no sé si me lees en la Taberna, clandestina perdida, que todo podría ser, sepas que está siendo muy bonito, pero contigo sería el no va más. Sólo faltas tú.

Besos, ternura, qué derroche de amor, cuánta locura….»

La única foto que, con las cuatro copas fui capaz de hacer en la planta de arriba del local:

Luego ya vino lo de la gymcama de barcos de regreso y el puro en la bañera del KSAR a las tres de la mañana, antes de acostarme en paz con la vida, feliz, satisfecho.

Y sí, por cierto, Mar me leía en LTP clandestina perdida y me contestó al día siguiente con uno de los mensajes más bonitos del mundo.

Ilusionados saludos.