LA BANDA.

Hola, amigos, una vez presentado el barco, vamos con su tripulación. En principio, cuando concerté el viaje, en todo momento parecía que nos íbamos A2 el patrón, Atilio y yo. De hecho tan solo al llegar a Ushuaia me enteré de que a última hora se había apuntado más gente, los que hoy son ya «mis amigos del KSAR». Vamos por orden.

ATILIO MOSCA. El patrón. Propietario del barco, que compró a su primer armador, Jean Paul No Sé Qué, compañero de Cousteau en el Calypso, a quien el propio Atilio define como «su padre en el mar». Más de treinta veces ha doblado Hornos, una de ellas, desde Ushuaia, ¡¡¡¡¡ en kayak !!!!! (Si ya lo dijo El Gallo, hay gente pa to).

Es un tipo noble, sano, franco, va de cara, sin dobleces. Espíritu libre, se emocionó cuando, Chile a un lado, Argentina al otro, y allá, a su frente, el Canal, les recité la canción del pirata de Espronceda. Sí, Atilio es un poco ese pirata cuyo KSAR es su tesoro, su dios, la libertad, su ley, la fuerza y el viento, su única patria, aquellos mares duros, inhóspitos a veces, pero de una belleza extrema. No quiere reglas, normas las justas, le gusta más hablar de límites. Los límites sí los tiene claros, como él mismo dice, oye, que tengo una mujer y tres hijos que me esperan, que yo soy el primero que quiere volver.

Generoso, nos ofreció su casa para dormir la última noche.

No necesita imponerse a base de «potestas», le basta con la «auctoritas» que le da llevar toda la vida en el mar, entre otros, embarcado diez o doce años seguidos en un pesquero. Ni una voz más alta que otra, ni un mal gesto, ni un mínimo problema, simplemente, cuando llevas media hora con él tienes claro quién es quién y seguir su criterio se convierte en lo más natural del mundo. Un placer navegar a su lado. Escucha tus opiniones, las valora, las comenta y no le importa «delegar» el mando algún rato, cuando la situación lo permite o aconseja.

En la foto que ha colgado más arriba Velero Simbad le teneis dentro del barco. Yo os dejo esta otra, en cubierta, con el barco ya fondeado en Caleta Maxwell, tarde del 30.12.12. Apreciad como Carlitos y Marcelo están llevándose con la auxiliar uno de los dos cabos con que amarramos esa noche el barco a sendos árboles:

Esta otra es la que él mismo tiene colgada en su web:

Decía que pensaba que íbamos solos, Ati y yo, cuando al llegar al barco, el día de mi cumpleaños, 27.12. (veintiocho horas me tiré de cumpleaños, con eso de los cambios horarios) me encontré a bordo con

CARLITOS y PANCHO.

Llegados de Buenos Aires, son amigos y se apuntaron juntos. No, aunque la foto pudiese sugerir lo contrario, no se les reclutó en un leva carcelaria:

La foto está tomada dentro de la antigua prisión de Ushuaia, actualmente un museo, del que lo que más me gustó, con diferencia, fue una réplica a escala 1/1 del mítico Faro del Fin del Mundo, el de la novela de Julio Verne, el que en su día, hasta hace más o menos 100 años, estuvo en Isla de los Estados, y los barcos,por cierto, naufraga que te naufraga sin parar contra la isla. Este es:

Como moscas caían, entre otros motivos porque el faro, por decirlo técnicamente, era una p. mierda que solo se veía si la aproximación a la isla era desde una determinado ángulo, muy cerrado. Al final lo sustituyeron por el actual, el Faro de Año Nuevo y parece que les va mejor.

Pero bueno, magopepo, no divagues, que se supone que estás presentando a la tripu, no hablando de faros.

A lo ya dicho antes acerca de Pancho añadiremos que fue comando, miembro de las fuerzas especiales del ejercito argentino, buzo táctico de esos que salen del submarino, entran en el puerto enemigo, vuelan un par de barcos y salen como pueden. Que entre sus anécdotas igual te cuenta como voló ocho minutos quince segundos colgando de un avión, al engancharse un cabo en un salto con paracaidas, o cómo cayó al mar desde un helicoptero a 30 m. O, para rematar, como le destrozó la pierna la hélice de un mercante mientras buceaba. Manejando explosivos toda su vida como si tal cosa, se podría pensar que fuese un tipo duro. Y, sin embargo, es un pedazo de pan. Es tierno, cariñoso, se emociona, ríe por cualquier cosa con la misma risa de cuando era un niño. O quizá es que, en el fondo, Panchito, nunca dejó de serlo.

Y Carlitos. Otra de mis debilidades. Para entendernos, «el prototípico porteño». 59 años. De los cuales, 57 trabajando, de su ortopedia a su casa, de su casa a su negocio. Cuatro hijos entre 29 y 35. Hasta que su psicóloga le hace ver, hace un par de años que, como dice mi amiga Syl, mientras esperas pasar, la vida pasa. Y lleva dos años con una novia (amiga, dice él) de 23, buceando con Pancho, viajando, ahora Méjico, luego Cuba, Hornos por aquí, mi velero por allá, y que digan, y que piensen, y que murmuren, pero chico, al menos que sea con motivo. LLeva la caña con una finura digna de mención. Aquí le tenéis, sufriendo:

Con ambos comí el 27 en un garito inolvidable, «Ramos Generales. El Almacén». Luego, por la tarde/noche volví y esto es lo que, sobre la marcha, escribí, entonces, en riguroso directo, desde el local:

EL ASESINO SIEMPRE VUELVE AL LUGAR DEL CRIMEN.

Este ladrillo lo estoy escribiendo, mientras mis compañeros cenan no sé dónde, desde Ramos Generales , el garito, El Almacén, al que no me he podido resistir a volver. Un pisco sauer, otro….. Me acuerdo de mi suegro, Pepito. un gran tipo que cuando nos liamos a tomar martini cocktails siempre dice que «el tercero es cariiiiiiiiiidimo». En esas ando, y a 100 metros del casino que abre a las 10. De hecho, voy a pedir otro, que aquí aún es mi cumpleaños (gracias otra vez a LDP).

Más detalles del garito. Hay una rubia que o es la dueña, o merecería serlo. Con una clase extraordinaria. Merecedora de una visita de Max, el bailarín mundano de la última novela de Arturo. Si no la has leído, ya tardas. Una noche con Pérez-Reverte en este garito no tendría precio. O sí, pero se pagaría.

A la gente se le ve feliz aquí, andan todos de paseo, como los del trasatlántico del «Tango de la Vieja Guardia,». Hoy en lugar de smokings, fracs y vestidos de alta costura llevan, llevamos, polares, chaquetas , botas, pero, como ellos, también nosotros todos dejado los putos problemas en algún sitio lejano, que no en vano esto es el Fin Del Mundo. De ese faro , por cierto, de su réplica en el Museo Marítimo de Ushusia, de la novela de Julio Verne, de isla de los Estados, de naufragios y del faro de Año Nuevo, este ya sí, un poquito más eficaz, ya hablaremos en la crónica «oficial».

Me pido el cuarto y sigo. Ufff……..

El garito tiene, a la entrada, pastelería. En Patagonia y más al Sur hay una cultura del chocolate, que flipas.

Si el tercero es cariiiiiiiiisimo, con el cuarto que no nos pase na.

Os dejo, amigos, que me queda 6%. De batería.

Bueno, tras los cuatro piscos volví al barco y allí estaba el quinto hombre,

MARCELO ROSADO.

El más joven de los seis, supongo que treintaytantos. Empleado público. Por así decir, el más sensato de todos, el más «normal», si es que se puede considerar «normal» a alguien que, como si tal cosa se va de Punta Arenas a Isla de los Estados en kayak, como si tu te bajas al bar de la esquina y te tomas dos cañas. Todo Beagle, enterito, en kayak. Vamos, como si te coges un kayak en Valencia y te vas dando un garbeo hasta Girona, o algo similar.

A vela era su primera vez, pero es un tipo listo, agil, se orientó muy rápido. Me preguntaba todo y, en la medida de lo poquito que sé, le iba contando. Congeniamos muy muy bien. En esta foto está con su encantadora esposa, Moni:

Una de las alegrías grandes de verdad de 2013 nos la vamos a llevar el día que nos lleguen noticias de Tierra de Fuego y nos enteremos de que Moni está curada al 100%. JUNTOS PODEMOS, guapa. Un besazo.

Y, por último, un personaje.

«EL RUSO.»

Digo, perdón, Kasimir, o sea, Casimiro. Cumplió 60 años a bordo, el día 30. En la foto, subiendo al faro de Hornos:

Tres o cuatro pinceladas, a vuelateclado:

1.- Llegó sin equipaje, Lufthansa se lo había extraviado. vestido con una chupa negra, de cuero, de esas «de ruso de toda la vida». Entre todos le equipamos.
2.- Le acompañaba Helena, su esposa. En el trayecto en taxi desde el aeropuerto al barco, escasos diez minutos, fue convenientemente informada por Casimiro de que las vacaciones en Ushuaia no eran exactamente como ella pensaba, los dos tortoleando en el hotel, que ella se quedaba en el hotel, sí, pero que él se piraba en un barco a Hornos. Como os lo cuento, ella se enteró en el taxi. Según él, mejor diez minutos de «grande cassino» que dos meses de «continuo cassino». Eso sí, mientras tuvimos cobertura de móvil, a cada rato le llegaba un mensajito SMS. Lo miraba, se descojonaba de risa y decía «Helena, VISA». Vaya, que ella le estaba haciendo polvo la tarjeta de crédito.
3.- «¿Y tu, Casimiro, a qué te dedicas?» Sonrisilla pícara. «Bussiness. Finanzas». Y mirada glacial de esas de «…y no preguntes más.»
4.- Se sabía todos los vinos de Ribera del Duero. T O D O S. No obstante, la primera noche, mientras todos cenábamos con un rico Malbec, él detectó la botella de cognac y cenó con cognac, a cada vaso nuestro de vino, él uno de cognac. Como si tal cosa. «¿Vodka? No interesante. ¿Cognac? Muy interesante.»
5.- Las ocho o diez primeras veces que me llamó «Pepa» intenté corregirle, «no, Pepa no, PEPO, es PEPO». Y él otra vez, «sí, OK, entiendo, Pepa.»
De hecho, a partir del segundo o tercer día me proclamó, «Pepa, segundo capitano». Terminamos el viaje y seguía llamándome Pepa.
6.- Acaba de comprarse una mansión por Alicante, cerca de Orihuela, a la que se va a venir unos meses. Y para verano tiene en mente comprarse un pedazo de motora, de esas «de ruso ejerciente», para ir a Ibiza, comer y volver en menos de lo que el «Magopepo» tarda en llegar de Denia al Cabo de San Antonio.

Un crack, el amigo Casimiro.

Y, por último, un servidor.

MAGOPEPO:

Ya estamos todos a bordo.

Pasamos los odiosos trámites de aduanas, prefectura naval, control de salidas y demás y nos vamos.

No me diréis que Ushuaia, esa mañana, 28.12.12, no estaba bonita de veras:

¿Qué podría presagiar una mañana así, sino una travesía inolvidable?

Ilusionados saludos.

Continuará….

P.C.: Como en las próximas entradas ya nos vamos a ir de navegación, que ya va tocando, y dejamos Ushuaia, permitidme colgar aquí una última foto que no encaja en ningún sitio, pero me hizo mucha gracia. En Argentina la expresión «coger» no tiene el mismo significado que acá. Allá llaman «coger» a fornicar, copular, tener relaciones sexuales, joder o como lo queramos decir. Aclarado lo cual, mirad que bonito cartel.

La versión fueguina del clásico «NO APARCAR, AVISAMOS GRUA»: