Hola amigos, muy buenas.

 Ayer, lunes, descansé. ¿O, quizá, debería decir que me dediqué a recuperarme del fin de semana? Bueno, en todo caso, aunque Pablo me había planificado natación, pasé de todo y me limité a currar bastante durante todo el día y a bajar por la noche al campeonato de truc. Que, afortunadamente para nuestros intereses triatléticos, ya ha finalizado. ¡Vaya tela!

Al llegar a casa, tardecito, abrí el ordenador y me encontré en el correo el nuevo plan de entrenamiento, para los próximos siete días. Para mi sorpresa, empezaba hoy con «descanso». El mister, todo un tipo duro curtido en mil batallas, hombre de hierro, él sí, se me está humanizando. Se ve que no quiere que, fatigado, me ahogue el próximo domingo en el tri de Valencia.

Bueno, es lo mismo, un poco por compensar lo de ayer, que se supone que ya descansé bastante, otro poco por mis remordimientos, para lavar mi mala conciencia por la nochecita en la falla y los correspondientes whiskies, digamos que para castigarme un poco, cuando me metía en la cama, a eso de las dos y media, decidí que hoy se madrugaría para bajar a la playa a nadar, siquiera fuesen diez o quince minutillos, más de broma que otra cosa.

Hoy, a las 6:45 ya estaba en pie, a las 7:00 en la bici, con bañador, zapas viejas, camiseta vieja y el neopreno a la espalda. 7:05 en la playa. Uff, que mala pinta tiene el mar, desde el paseo ya se ven unas olas poco recomendables. Es lo mismo, vamos para allá. Me voy acercando a la orilla, autoconvenciéndome de que hay que estar a las duras y a las maduras, que nadar con olas también es un buen entrenamiento, que mira tú que si el domingo, en el tri, el mar sigue así y no lo has entrenado nunca, etc., etc.

 Ya en la orilla, mientras me pongo el neopreno, las olas se me antojan inmensas, joder, esto tiene muy mala pinta. Me voy metiendo, poco a poco, sintiendo como la resaca, la del mar, quiero decir, de la mía ni hablamos, digo que la corriente hacia dentro es fortísima. Me empiezo a acojonar. El agua por encima de las rodillas, la primera ola me manda directamente al carajo, sin más trámites. Esto ya no es problema de nadar, que es evidenta que hoy no se nada, no. Ahora la cosa está en poder salir, y eso que hago pie, que -gracias a Dios- no me he metido unos metros más adentro, que ya hubiesemos visto. Incluso andando me cuesta bastante salir, la fuerza del agua es increible.

Resumiendo, que cuando no se puede no se puede y, además, es imposible. O sea que hoy, en vez de «natación» apuntaremos «baño, y gracias». Mañana más.

Ilusionados saludos.