Hola amigos, muy buenas.

Decíamos ayer…

A modo de reentree os cuento mis correrías náuticas de  esta última Semana Santa, en la que he disfrutado como un enano navegando a bordo del «Pakea», un precioso Imoca 60 (un barco de carreras, un «Formula 1» del mar, aclaro para los no iniciados). Aunque por el nombre se pudiese pensar en una navegación tranquila, relajada («Pakea» = «Paz», en euskera), nada más lejos de la realidad. Un Imoca 60, incluso uno con sus añitos, como éste, es adrenalina pura, sus reacciones son como las de un barco de vela ligera, pero claro, a lo bestia. Su velocidad, su aceleración, su energía, la fuerza que transmite, son espectaculares. Navega por encima del viento real, en varias ocasiones hemos ido dos y tres nudos más rápidos que el viento, che, una pasada.

Me inscribí por Internet, un poco a la aventura, sin conocer de nada al patrón, Javier Ugalde, gran tipo, navegante solitario con decenas de miles de millas atrás, tranquilo, siempre con la situación bajo control, transmitiendo confianza, como se espera de un buen patrón. Y, además, sencillo, humilde, sin dárselas de marino estrella, ni de nada parecido. Suele ocurrir con la gente que de verdad sabe de algo. No conocía tampoco al resto de la banda, al equipo que, por culpa de un muy recomendable garito, acabó siendo bautizado como «Tijuana Team»: Josemi, amigo de Javi, también de Guetxo, vasco tranquilo, relajado, amable, pero ojo con él, lleva dentro un tipo duro, con determinación y caracter; Ricard, barcelonés, patrón profesional, montañero, soñador, enamorado de las estrellas, amante de la magia (anda que no ha disfrutado el Mago Pepo estos días, con un par de barajas, un lápiz, dos pañuelos, un cabo y poco más), se va a hacer cargo del «Pakea» mientras esté en Barcelona; Andy Gaiger, alemán, vive en Sitges, gerente de Select Sails, una velería muy recomendable, ex-alumno del Colegio Alemán de Valencia, hijo de uno de los mejores profesores que he tenido nunca y con el que ya compartí una paella en Rocafort hace treinta años (para que luego digan que el mundo es un pañuelo, que coño pañuelo, lo que es es un confetti); Mathias, «Pope», muniqués, del mismo Munich, un tipo tranquilo, espiritual en el buen sentido, quiero decir, con una rica vida interior, sensible, tanto a la caña del barco cuanto a las emociones de la mar, el viento y la cerveza y, por último, Horacio, madrileño, apasionado del mar y promotor de un club de vela con el que navegan por toda España, desviviéndose por hacerte un favor en todo momento, con un precioso Hanse amarrado en Puebla de Farnals, dicho sea de paso. En definitva, un extraordinario  grupo humano para una fantástica experiencia, «La Ruta de la Sal».

Hicimos la versión Norte de la regata, Barcelona-San Antonio de Portmany, 140 millas. Salimos los últimos, fuera del tiempo establecido, un par de millas por detrás de toda la flota -el porqué queda para otro día, para ser contado en privado, con unas copas y unas risas. Y en un par de horas navegando a placer, con viento por la aleta de 10-12 Kn., nosotros a 13-14 kn. adelantamos a prácticamente toda la flota, más de cien barcos en un slalom desbocado, loco, salvaje, impresionante. Nos pusimos más o menos a la altura de los primeros, disfrutamos, fuimos felices. Luego, ya de noche, el viento fue rolando, Murphy nos rompió el genova ligero cuando todavía nos hubiese sido útil, luego se encargó de que no dejásemos de tener el viento de proa, bordos y más bordos, inetrminables bordos, el barco ciñe, sí, claro, pero la ceñida no es su rumbo preferido. Al final, ya de día, con la costa de Ibiza a la vista, tuvimos vientos muy respetables, alguna racha llegamos a ver de 30 nudos de real, rizados, olas de consideración, escorados, muy escorados, por momentos hasta  50º de ángulo, que se dice pronto. En esos momentos vas allí arriba, miras abajo, la mar pasando de alante atrás a toda velocidad, rociones, olas por encima, olas por todas partes, miras abajo, digo, y entre acojonarte del todo o limitarte a disfrutar, más te vale elegir lo segundo.

Llegamos a San Antonio tras 25 horas de regata, 27 de navegación desde que zarpamos de puerto, cansados, sí, pero felices y contentos. Mis objetivos eran básicamente dos, disfrutar y seguir aprendiendo, en este mundillo al que acabo de llegar. Ambos los doy por superados con matricula de honor. Lo que siguió luego, en los dos días en la isla, queda dentro del barco, no creo que a nadie interese, digamos que nos aburrimos como ostras.

Y que me pegué una respetable galleta, subiendo a bordo para el regreso el domingo, con resultado de una costilla fracturada. Lo que no deja de ser, en el fondo, un gaje más  del oficio, algo asumido y que en nada empaña lo feliz que he sido estos días.

Os dejo el enlace a un video precioso, que transmite mucho mejor que yo lo que es el «Pakea» y da una idea de cómo lo hemos pasado a bordo:

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Hacia el minuto cuatro del video se ve como adelantamos a un velero que parece que estuviese parado, cuando en realidad iban a siete nudos. La que ellos, los del otro barco,  llamaron «La avancada del segle» (o como se escriba en catalán, siento ser tan paleto).

Ahora ved el video que grabaron los del otro barco, es increible como se nos ve llegar, cómo les adelantamos y cómo nos alejamos, todo en menos de un minuto:

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¿Es o no es una pasada?

Resumiendo, que ha sido un lujo lo del «Pakea».

Y que con una costilla rota, de momento tengo por delante cinco semanitas reposo + reposo, sin navegar, ni torear, ni correr, ni hacer judo, ni ná de ná de todo lo que nos gusta. A ver si por lo menos escribo un poco más.

Ilusionados saludos.