Hola, amigos, muy buenas.

La foto es de 1996, última hora de la tarde, en casa, en Denia, tras bautizar a Pepe y disfrutar de un fantástico asado argentino y algún gintonic, decidimos que lo que procedía era darnos un baño en la balsa. Estábamos felices, a gusto. Qué digo «estábamos», éramos felices.

De izquierda a derecha, Luis Devesa, Mónica Payá, por aquel entonces novia de Santi, mi cuñado Santi Soler, un servidor, Felipe Espinosa, por China anda ahora mismo, mi hermano Carlos Asensi y, a la derecha del todo, Juan Esteve, «Juanito» para todos los amigos. Una de las mejores personas que he conocido en mi vida, y no es la típica frase hecha. Os lo dice uno que otra cosa no, pero gente conoce. Nos dejó para siempre el pasado jueves, sin avisar, se fue a traición. La vida, esa puta caprichosa, esa zorra de cabaret, igual te permite disfrutar de momentos inolvidables como te revienta con uno de sus golpes bajos. Igual te regala amigos para siempre, como te los roba de una puñalada trapera, por la espalda, sin más ni más. Maldita seas, hija de puta, ésta no te la perdono.

Juanito, te recordaré siempre, amigo, feliz como aquel día de la foto, contento de compartir mi alegría por el nacimiento de mi primer hijo, ilusionados por la vida, con tanto por delante. No me salen las palabras, no soy capaz de expresar tantas emociones. Cómo disfrutamos tantas y tantas noches en «La Bola», qué tiempos, qué de buenos ratos, las escapaditas a Benaguacil, a «La Quinta», a «Galaxi», aquellos amaneceres en «Dreams Village», las locuras en «Jardines», cada viernes, cada sábado, no éramos, no fuimos, una pandilla sin más, como tantas otras. No. Nosotros fuimos, somos, una piña, un entrañable grupo de amigos, muchos de la infancia, tu te uniste en primero de carrera (*) con tu querido hermano, «El Marino» -cómo debes estar sufriendo, Jose, no sabes cómo te comprendo, cómo te quiero, cómo me gustaría poder hacer algo- y desde el primer día fuiste el mejor, el lider, el jefe, el que en última instancia, tenía el punto de sensatez, de cordura, que a muchos nos faltaba. ¿He dicho ya que eres -con permiso de Mar-  la mejor persona que he conocido en mi vida?

Conociste a Marta. Un beso, amiga, no tengo palabras que puedan consolarte. Te casaste con ella, te entregaste en cuerpo y alma a tu familia, a tus hijos, al amor de tu vida. La vida -maldita seas de nuevo, hija de puta- hizo que nos viésemos menos, algún arrocito en casa, sí, algún rato, claro, alguna comunión de los críos de la pandilla, la última en el tenis, o en la hípica, qué más da, no recuerdo ahora. Siempre te seguí viendo feliz, satisfecho de tu familia y amigos, lo único realmente importante en tu vida. Si, en el fondo, no era tan complicado, joder, familia y amigos. ¡Qué más se puede pedir! Y viene la hija de la gran puta y se te lleva sin más ni más. Así, ni a tu entierro me dejó asistir, a haber acompañado, qué menos, a Marta, a Jose, a los críos. Ni eso, ni siquiera eso.

Estoy muy dolido. Pero no quisiera que se me note. Seguro que preferirás que te recuerde en un taxi romano, Jueves Santo (hay que joderse, las coincidencias de los cojones) vosotros de viaje de novios, Mar y yo de turismo. Noche loca, cata de amaros, cerramos -por dentro- el Henry´s Pub, nos quedamos con los dueños, bailamos, bebimos, nos dimos un baño a cero grados, en la Fuente de los Ríos de Bernini, en la mismísima Piazza Navonna y cuando a las cinco de la mañana, nevando, empapados, logramos que un taxi nos dejase subir para llevarnos a los hoteles, la vida, sí, esa misma de antes, nos regaló diez minutos eternos. Los que pasamos en el taxi con el conductor convencido de que tú eras «Juanito», «il vero Juanito», el mítico 7 del Real Madrid. Y tú dándole carrete, contando el botellazo de Yugoslavia (o donde fuese, qué más da), y los títulos conseguidos, y contándole tus sensaciones en San Siro, contra el Milán…. En fin, qué te voy a contar que no sepas. Disfruta ahora que estás con el otro, con el de verdad, echaos unas risas juntos mientras le cuentas cómo te tomaron por él en Roma, una de las noches más divertidas de nuestras vidas.

Te recordaré siempre. Y, además, trataré de hacerlo, si puedo, si soy capaz, siempre feliz.

Un abrazo, amigo, un fuerte abrazo.

Al resto, hoy más que nunca: CARPE DIEM.

Emocionados saludos.

 

(*) «Primero de carrera» ya se entiende que no necesariamente quiere decir «el primer año en la Universidad». Cada uno se tomaba el tiempo necesario, que no en vano una de las cosas que más nos sorprendían en aquel mítico, inolvidable, irrepetible verano del 82 era que «Juanito», cuando Franco murió, ya estuviese en COU y seis años más tarde nos hubiese esperado a todos en primero.