Hola, amigos, muy buenas.

Sé que a él no le va a hacer mucha gracia, es un tipo sencillo, humilde, que no va por la vida esperando reconocimientos públicos. Pero no me puedo resistir.

Le conozco de hace muchos años, somos amigos de mucho antes de habérseme pasado por la cabeza navegar ni en una colchoneta de playa. Y, claro, no soy objetivo. Ni ganas, dicho sea de paso. Me parece un pedazo de deportista, unas cuantas America´s Cup le avalan, además de una mejor persona.

Pero vaya, eso ya lo era hace quince días, hace dos meses, siempre. ¿Cuál es, entonces, el motivo, «Magopepo» de que, de repente, ahora, sin más ni más, te de por publicar este hilo de homenaje? Pues no otro que el de acabar de ganar Nacho, como quien no quiere la cosa, su séptima Copa del Rey. Siete, que se dicen pronto.

Sí, sí, ya sé que este, especialmente este, es un deporte de equipo, que no las ha ganado el sólo, y tal y tal. Pero, al final, no deja de haber estado ya siete veces en el barco adecuado. Y eso, a ojo, sin entender mucho, muy fácil no debe ser. Y como es mi amigo, que ya lo he empezado diciendo, pues yo entiendo que se merece un aplauso en este blog, que para eso es mío y pongo lo que quiero:

Por supuesto que sin desmerecer al resto de participantes, a tantos y tantos otros con un palmarés tan brillante o más, a los que ganaron, a los que la disfrutaron, a todos, che, a todos. Pero hoy, con vuestro permiso, yo quiero abrir una botellita virtual de André Clouet Rosé para celebrar «la séptima de Nacho».

Os dejo, por último, una relajada foto, del verano pasado, a la que le tengo especial cariño:

Ilusionados saludos.